dimecres, 3 de juny del 2015

El Asesinato De Julio Cesar

El 15 de marzo del año 44 a.C. Cayo Julio César, dictador de Roma y pontífice máximo, fue asesinado en la Curia del teatro de Pompeyo donde se reunía el Senado de Roma.
¿Por qué fue asesinado César? Los conspiradores alegaron que César era un tirano y Shakespeare, que de Historia no sabía nada les creyó, inmortalizándoles como héroes y tiranicidas. Pero la realidad histórica es otra muy distinta.
Los líderes de la conjura contra César fueron tres: Bruto, Casio y Casca y según ellos decían "su espíritu era el de Catón", el espíritu de aquel loco seguía vivo para envenenar a estos criminales.
Bruto era hijo de Servilia, la más famosa amante de César y por lo tanto sobrino de ese funesto y ridículo personaje llamado Catón. Los romanos murmuraban diciendo que Bruto era hijo de César. No lo era, pero lo cierto es que César le amaba como a un hijo. Aunque él vivió toda su vida atormentado y humillado por las murmuraciones sobre su paternidad. Bruto era nieto del infame Servilio Cepión, el general romano que encontró el famoso Tesoro de Tolosa en el sur de las Galias. Un tesoro que doblaba al estatal de Roma. Cepión lo envió a Roma custodiado por una cohorte de legionarios, pero en el camino, la cohorte entera fue pasada a cuchillo y el tesoro desapareció para ir a parar a manos de sociedades fenicias en todas las cuales Cepión tenía ¡casualmente! acciones. Roma se encolerizó y exigió que Cepión fuera arrojado desde la roca Tarpeya, pero el Senado, dominado por los amigos de Cepión condenó a éste al exilio, donde pudo disfrutar tranquilamente de tan inmensa fortuna. Por lo tanto, Bruto era un hombre inmensamente rico y se dedicó a prestar dinero a ciudades arruinándolas con exorbitados intereses. César le amó como a un hijo. Tras la batalla de Farsalia recorrió el campo buscándolo desesperado ante la idea de encontrarlo muerto. Le encontró temblando de miedo debajo de un escudo y le envió a Roma con su madre y ocupándose de que siguiera una carrera política notable... Y él se lo agradeció asesinándole.
Casio estuvo con César en la Guerra Civil, sin embargo, la cosa no salió como él esperaba. No hubo saqueos ni botines que repartir. Ni siquiera puestos en el Estado, ya que César no hizo limpieza de enemigos, por lo que resentido pensó que si mataban a César conseguiría el ansiado botín.
Casca siempre estuvo contra César. César le perdonó la vida dos veces durante la Guerra Civil, pero él no se la quiso perdonar a César. Era un tipo con aires de matón de taberna que tenía más de gangster que de senador de Roma.
Todos ellos fueron vencidos en la batalla de Filipos por Marco Antonio y Octavio y murieron de la misma manera que habían vivido: con cobardía y vileza.
Todos ellos, esta banda de gángsters, de resentidos, de locos, decían actuar. ¿De qué libertades? ¿Qué libertades eran esas que estos gángsters decían defender? Las suyas, que no las de los demás. Las "libertades" que les habían proporcionado gigantescas fortunas esquilmando las provincias. Cuando César promulgó una ley para cortar la corrupción ellos se alzaron "ofendidos". César era su mayor enemigo porque quería acabar con su negocio de villanos. Para César los habitantes de las provincias eran iguales, y no esclavos. César se enfrentó a la oligarquía romana, una oligarquía corrompida hasta el tuétano que sólo sabía hacer una cosa: robar. Roma nunca había sido una democracia como entendemos hoy las democracias, pero sí es cierto que había un sistema en el que las castas dirigentes gobernaban con una fachada de democracia, una fachada que funcionó hasta que tras las guerras púnicas y las conquistas las riquezas inundaron de riquezas Roma y desataron la codicia de los hasta entonces austeros patricios que se lanzaron a gobernar las provincias esquilmándolas, exprimiéndolas hasta llevarse su sangre. Hombres como los Gracos, Mario y César lucharon contra estos depredadores y sus sagradas "libertades" basadas en la explotación de los más pobres, los más indefensos, precisamente aquellos que apoyaron a César abriéndole sus ciudades y recibiéndole con flores. César no fue ningún santo, pero los que tenía enfrente eran auténticos canallas de la peor ralea imaginable.
Es muy triste que el único error que César cometiera en toda su vida fuera no coger a todos estos sinvergüenzas, meterlos a todos en un barco y mandarlos a Sudáfrica. César no tomó represalias contra sus enemigos, no hubo ejecuciones, ni confiscaciones de bienes, ni prisión para sus enemigos. César fue clemente y ni siquiera les expulsó de sus cargos públicos.
Un error, porque no se le puede dar la espalda a las hienas.
Mientras César tuvo a su lado a su guardia española nadie se atrevió a pensar en atacarle. Los españoles se hallaban vinculados a él mediante la Fides, un pacto de honor que vinculaba las vidas de los pactantes. Sin embargo, César pensó que no podía pasearse por Roma rodeado de guardias y disolvió su escolta. Era el momento de matarlo. El 15 de marzo del año 44 aC, se convocó una reunión del Senado en la que se discutirían cuestiones sobre la campaña contra los partos que César estaba a punto de emprender apenas días después.
Conjurados contra César todos los canallas antes mencionados y otros muchos más, decidieron asesinarle ese 15 de marzo durante la reunión del Senado. Sería fácil, ya que César no tenía una guardia que le protegiera y era la última oportunidad antes de que saliera de Italia a encontrarse con las nuevas legiones que ya aguardaban en Oriente.
Los canallas, además de canallas eran unos bocazas, por lo que muchos senadores supieron de la conjura. La noche del 14 al 15 de marzo Calpurnia, la esposa de César, tuvo malos presagios y al amanecer rogó a su marido que no fuera al Senado. Tanto insistió que César estuvo a punto de hacerla caso, pero uno de los conjurados llegó y le convenció para que no diera crédito a las "supersticiones de mujer". César salió hacia la Curia de Pompeyo, lugar donde se reunía el Senado.Al llegar a la plaza de la Curia César
vió a un adivino que días antes le había profetizado. César, siempre guasón, se acercó a él y de dijo. Pero aún no han terminado... Un hombre se acercó y le entregó un pergamino. Léelo antes de entrar en la Curia. Era una lista detallada de todos los conjurados, pero César no tuvo tiempo de leerlo y entró en la Curia con el rollo en la mano. En ese momento, uno de los conjurados se llevó fuera a Marco Antonio con el pretexto de contarle algo importante. Así quitaban de enmedio al único que hubiera podido defenderle.
Otro de los conjurados se arrojó a los pies de César suplicando hermano desterrado.
En ese momento otro de los conjurados se acercó por detrás a César y le clavó su puñal en la espalda. César se volvió y se defendió clavándole el stilo que llevaba para escribir en el brazo al traidor, pero cayeron sobre él los demás conjurados apuñalándole. César aún tuvo fuerzas para empujarlos, pero los carniceros se lanzaron sobre él apuñalándolo con saña. Entonces, cubierto de heridas, desangrándose, Cayo Julio César se irguió con dignidad, se colocó la túnica para que al caer cubriera sus piernas y, siguiendo una milenaria costumbre, se cubrió la cabeza con la toga para no tener que ver el rostro de sus asesinos que volvieron a lanzarse sobre él apuñalándole hasta que cayó muerto a los pies de la estatua de Pompeyo Magno que presidía la Curia del teatro de Pompeyo.

dimecres, 27 de maig del 2015

La Agricultura Y El Trabajo Del Pueblo En El Imperio Romano

Los agricultores eran el núcleo de la sociedad de la Antigua Roma. El cultivo principal eran los cereales y las leguminosas. Más tarde se introdujo la vid, y aun más tarde se llegó a las viñas y se importó el olivo. Como árboles frutales destaca la higuera. También hortalizas, legumbres y el lino.
Al principio los romanos poseían la tierra en usufructo y su riqueza se medía por los rebaños, y los ahorros personales eran el peculium. Más tarde se introdujo la propiedad privada de la tierra.
Las primeras tierras de los romanos se llamaban heredium de herus, y en un principio no superaban las dos yugadas, aunque aparte estaban la casa, las cuadras, la barbechera y los pastos. Estas pequeñas porciones de tierra pronto fueron superadas y si en algún caso se mantuvieron fue para los cultivadores antiguos de las ciudades dominadas, pero no para los ciudadanos romanos.
Los romanos mejoraron las técnicas agrícolas. Introdujeron el arado romano, molinos más eficaces, como el de grano, la prensa de aceite, técnicas de regadío y el uso de abono.
Los campesinos araban la tierra con su familia. Los arados eran tirados por bueyes. Solo los campesinos que poseían muchas tierras usaban esclavos o jornaleros.
Los rebaños eran apacentados en pastos comunales propiedad del Estado, pero solo podían disfrutarlos los ciudadanos romanos, siendo la excepción el disfrute por no ciudadanos, aunque fueran propietarios.
Al trabajo sucedía el descanso: cuatro veces al mes, cada ocho días el campesino detenía su actividad y se dedicaba a las compras en la ciudad y otros asuntos. Las fiestas se hacían después de la sementera de invierno, y el descanso duraba entonces un mes tanto para el amo como para el esclavo y los animales.
Las tierras de Roma se incrementaban periódicamente con aproximadamente un tercio de las tierras que se quitaban a las ciudades vencidas. Además los vencidos debían cultivar los dos tercios restantes para contribuir a las cargas y servicios como propietarios no ciudadanos. El tercio que correspondía a Roma era traspasado en parte a ciudadanos romanos.
Cuando se sometía o fundaba una ciudad se hacían las asignaciones de tierra. En el ager publicus se formaban las colonias con ciudadanos romanos como propietarios de al menos veinte yugadas, y de hecho se consideraba no rentable una propiedad de menos de siete yugadas.
propietario. A menudo el Estado atribuyó tierras a estos copropietarios evitándose así la partición al cabo de pocas generaciones.
La adquisición de tierras por algunos propietarios, las escasas particiones, y las herencias de otras ramas familiares extinguidas, llevaron a la existencia de algunas grandes propiedades. En estos casos el dominio era parcelado, quedando una parte para el propietario que los cultivaba y el resto mediante parcelas cedidas en usufructo a parientes, clientes o esclavos. Si el usufructuario era libre el arriendo duraba el tiempo que estimaba el arrendador, que la poseía en un estado similar al llamado más tarde precario; en caso de que el propietario deseara poner fin a la cesión no había forma legal de oponerse, si bien en contrapartida a menudo el usufructuario no pagaba censo por el uso, y eludía frecuentemente las prestaciones establecidas mediante entrega de una parte de los frutos. Al depender del amo la continuación del uso de la parcela, el lazo de clientela se acentuaba.
El gran propietario estaba unido a la gleba como el campesino. Era una aristocracia agraria y no una nobleza ciudadana. Su casa estaba donde su hacienda.

Los Gladiadores

                                        GLADIADORES EN COMBATE
                                                                                       
                                                  

 El día de la fiesta los gladiadores lujosamente vestidos se dirigían al anfiteatro atravesando la ciudad. Una vez en la arena efectuaban un simulacro con armas de madera o sin punta (arma lusoria) que venía a ser una preparación para la lucha. Se tocaba un cuerno como señal de comienzo del combate. Entonces, los lanistas escogían a los gladiadores que debían actuar y delimitaban el espacio del combate en la arena marcándolo con un bastón. Al llegar los gladiadores al momento final del triunfo preguntaban al público si debían matar al vencido o no, el cual previamente había pedido clemencia levantado la mano. Si los espectadores entendían que merecía el perdón bajaban el pulgar, haciendo ver que el vencedor debía arrojar su arma a tierra, aunque hay fuentes que aseguran que lo que se hacía era esconder el pulgar, queriendo decir que el vencedor debía envainar la espada. Aún así, solamente uno de cada diez gladiadores moría y generalmente era por las heridas accidentales en la batalla, se le mataba para evitarle el sufrimiento. Si se dictaminaba muerte, lo que se hacía era dirigir el pulgar en posición horizontal y con una serie de movimientos en dirección al cuerpo, que algunos han interpretado en dirección a la garganta, señalando el fatídico punto hacia donde debía dirigir el golpe mortal. Aunque lo más probable es que el vencedor hundiera su arma entre la clavícula y el omóplato, para llegar al corazón y de esa manera dar una muerte rápida.
El que acababa siendo derrotado, en ese último momento, no ofrecía resistencia, y afrontaba su muerte con dignidad. También es bastante desconocido el hecho de que el índice de supervivencia de los gladiadores era mayor de lo que se piensa. Durante el Bajo Imperio, tan solo el emperador tenía el derecho de perdonar o condenar a muerte. Los gladiadores victoriosos recibían en premio palmas, coronas adornadas de cintas y en los tiempos del Imperio una cantidad de dinero. Cuando a un gladiador se le entregaba en premio una espada roma (rudi) era señal de que se le autorizaba para abandonar la profesión de gladiador.
Los gladiadores que morían en la arena eran arrastrados al espoliario por los esclavos que estaban al servicio del anfiteatro los cuales se valían de un garfio de hierro y los sacaban por la puerta llamada de la Muerte. Dicha puerta conducía al Spoliarium, dependencia del anfiteatro destinada a depositar los cadáveres para despojarlos de sus armas y vestiduras, acto que determina bien el concepto de expoliar de donde proviene la palabra.

dimecres, 6 de maig del 2015

Edificios Del Imperio Romano

                                    
                        EDIFICIOS DEL IMPERIO ROMANO



La arquitectura romana tiene su origen en la etrusca, sumada a influjos de la griega, sobre todo después de las guerras púnicas y por lo tanto, presenta rasgos de ambas. Hoy se hace datar la arquitectura romana de la fecha en que se construyeron la primera vía y el primer acueducto .Por esta época y durante las conquistas de Roma en Sicilia y en la misma Grecia, los generales romanos solían llevarse como trofeo de sus victorias gran cantidad de objetos artísticos. Por otro lado, los artistas griegos y etruscos, atraídos por el poder económico de la señora del Mediterráneo, llevaron a Roma el gusto e incluso la pasión por las Bellas Artes y en estas escuelas se formaron sus propios artistas.
El periodo de esplendor del arte romano abarca los dos primeros siglos del Imperio. Pero ya a principios del siglo II de nuestra era, se inicia la decadencia del buen gusto que se acentúa en el siglo III y se confirma en el siglo IV por efecto de cierto barroquismo o irregularidad y pesadez en los estilos aunque aumente el fasto y la magnitud de las obras. Pero la arquitectura, en cuanto arte de construir sigue desarrollándose hasta la invasión de los bárbaros, por lo menos, en los principales centros de cultura. Pruebas de esto son las grandes basílicas de Roma construidas en el siglo IV, no sólo las destinadas al culto cristiano, sino también las civiles. Los restos de la colosal basílica civil de Constantino (también llamada de Majencio) que todavía se alzan en Roma, sirvieron como fuente de inspiración a los arquitectos del renacimiento en el siglo XVI.
Los romanos emplearon profusamente el arco y la bóveda. Ésta no se forma con dovelas de piedra aparejada (salvo en algunas construcciones asiáticas), como se disponía en la bóveda etrusca, sino de una masa confeccionada con puzolana y cascajo. Las bóvedas solían tener gruesos arcos de ladrillo, ya paralelos, ya diagonales pero embebidos en la bóveda misma, que servían como sujeción provisional y como refuerzo interior de la bóveda. Un ejemplo soberbio es la cúpula del Panteón de Agripa en Roma.
Los romanos no sólo construyeron bóvedas de cañón y cúpulas, sino rudimentarias bóvedas de arista y de crucería. Pero estas últimas no se solían usar mucho fuera del Imperio de Oriente pues sólo se conocen las de las Termas de Caracalla y las de la Basílica de Majencio en la cual se advierte un sistema de contrarrestos interiores aplicados a la bóveda. También empezaron a aparecer en la arquitectura romana los capiteles historiados que tanto se hicieron en la Edad Media, pues de ellos se han descubierto algunos ejemplares en Pompeya y otros sitios.
Los edificios romanos, según su uso, podían ser muy sobrios o muy suntuosos. Puentes y acueductos son austeros y funcionales, mientras que templos y palacios son lujosos y monumentales, con un claro fin representativo. Las edificaciones más nobles se revestían de piedra formando órdenes, que no reflejaban la estructura interior real. Se decoraban los muros de los edificios suntuosos con pinturas y los pavimentos con mosaicos.

El Senado Romano

El Senado bajo la Monarquía (siglos VIII-VI a. C.)

El Senado (en latín senatus) nació como una institución consultiva de la monarquía romana, formado exclusivamente por 30 patricios (un representante de cada gens) al principio, y luego 300. Adquirió mayores prerrogativas con la República, pasando a refrendar a través de su auctoritas los actos de los cónsules, y extendiendo su competencia a los actos de otros magistrados y Comicios, temas religiosos, conflictos entre magistrados, policía, crímenes con pena capital cuando esta era conmutada, cuestiones militares y financieras, y tratados internacionales.

El Senado bajo la República (Siglos VI-I a. C.)

A mediados de la época republicana el senado contaba con unos 300 miembros; estaba compuesto por todos los ciudadanos que habían ejercido magistraturas curules —cónsules, pretores y ediles, los conscripti—, así como de los patres, las cabezas de las familias patricias -descendientes de los primeros senadores romanos establecidos por Rómulo y sus sucesores, que formaban el grupo social privilegiado, opuesto a los plebeyos-. Adicionalmente, los censores podían incluir senadores que no habían ejercido magistraturas, aunque estos tenían restringido su derecho a tomar la palabra y se los denominaba senatores pedarii.
Con el acceso a los derechos ciudadanos de los plebeyos, (véase Secessio plebis) el Senado perdió el derecho de acreditar los actos de los Comicios Centuriados. Pero por el contrario se adoptó el derecho de nombrar dictador, y pronto legisló sobreponiéndose a las Asambleas Tribunadas, alcanzando un gran poder.
En el siglo III a. C. el Senado sufrió las modificaciones propias de la nueva situación. Los asientos senatoriales continuaron en manos de los censores y todos los magistrados curules que abandonaban su cargo accedían al Senado.
El Senado pasó de ser un cuerpo consultivo de los cónsules, al principio de la República (y subordinado a estos en muchos aspectos), a ser una corporación de gobernantes, sin dependencia de nadie. El Senado dirigía la guerra a través de los cónsules, y toda la política de la República.
Con el tiempo el Senado asumió el nombramiento de diversos cargos curules, lo que implicaba la designación de sus propios miembros, y además influyó cada vez más en los censores. Se mantuvo la distinción entre Senadores patricios y plebeyos.
La desaparición de la figura del dictador permitió al Senado ocupar ciertas funciones en casos graves, en especial el conferir a los cónsules facultades especiales, similares a la Dictadura, por tiempo limitado.
Julio César, después de derrotar a su rival Pompeyo y a sus aliados, la mayor parte de las familias senatoriales tradicionales, procedió a incrementar el número de senadores hasta 900 (aumentó en 300 el número de senadores en la etapa de la dictadura de Sila, que eran 600; Sila a su vez había doblado el número de senadores de 300 a 600), promocionando al orden senatorial a familias ecuestres, mandos militares, centuriones de origen proletario de su ejército militar, y provinciales, como su consejero financiero Cornelio Balbo, natural de Gades (Cádiz, España); a los ojos de la nobilitas senatorial superviviente del bando pompeyano y de muchos partidarios de César esto era una aberración, y ello fue una de las causas del asesinato de César.
Augusto quito del cargo a 600 hombres del Senado, aunque mantuvieron algunos de los nombramientos de César, que tenían la consideración homines novi, pero las proscripciones por ellos emprendidas vaciaron los bancos del Senado, que fueron llenadas con la promoción de partidarios de los triunviros extraídos del ordo ecuestre y del ejército.

El Senado durante el Alto Imperio (Siglos I a. C.-III d. C.)



La Curia Iulia, edificio del Foro romano, donde solía reunirse el Senado.
Terminada la guerra entre Augusto y Marco Antonio en 31 a. C., Augusto procedió a cribar la lista de senadores, intentando recuperar como senadores a los supervivientes de las familias tradicionales, pero favoreciendo también a sus partidarios, sin tener en cuenta su origen, caso de Mecenas, Agripa, Lucio Munacio Planco o Cayo Asinio Polión. También incrementó los poderes nominales del Senado, trasmitiendo los poderes de elección de magistrados de las asambleas o comicia al senado, aunque realmente redujo sus poderes, ya que casi todas las provincias con ejército pasaron al control directo del emperador, las magistraturas se convirtieron en cargos honoríficos, y los candidatos a ellas necesitaban del visto bueno del emperador, quien asumió la potestad jurisdiccional de los Comitia Tributa, por lo que los Edictos imperiales se superpusieron a los Senadoconsultos.
A partir de Claudio, numerosos provinciales, especialmente hispanos, fueron admitidos en el Senado, aunque a estos nuevos senadores se les imponía el requisito de invertir el censo mínimo senatorial -1.000.000 de sestercios- en propiedades rústicas en Italia, culminando el proceso con la elección de un emperador procedente de una familia senatorial provincial hispana: Trajano.
A lo largo del Alto Imperio, las relaciones entre los emperadores y los senadores fueron las de un tira y afloja continuo, y, si bien es cierto que muchos colaboradores de los emperadores eran senadores, lo cierto es que estos, aún los más respetuosos, tendían a dejar de lado las expectativas y deseos de los senadores. Además, los senadores tendían a ignorar que la verdadera fuente de poder del estado romano era el ejército, por el cual pasaban por cortos períodos de tiempo. La consecuencia fue que algunos emperadores, como Tiberio, Calígula, Nerón, Domiciano, Adriano o Cómodo aguantaron relaciones muy dificiles con el Senado, y promovieron la persecución de muchos de sus miembros.
Con el advenimiento de la dinastía Severa, de origen militar, el senado fue progresivamente arrinconado en favor del orden ecuestre y de la nueva burocracia imperial nacida del ejército, hasta que el emperador Aureliano excluyó a los senadores de los puestos militares.

El Senado en el Bajo Imperio (Siglos IV-VI d. C.)

En el Bajo Imperio, el Senado de Roma fue duplicado con otro igual a él creado por Constantino I en la nueva capital, Constantinopla (Estambul, Turquía), y se convirtió en un simple club de notables.
El senado romano desapareció en los turbulentos años del siglo VI en los que las tropas del rey ostrogodo Totila luchaban a la desesperada contra las tropas de imperiales de Justiniano I, dirigidas por Belisario, mientras que en el resto de los reinos bárbaros nacidos de la ruina de Roma, los senadores fueron fundiéndose progresivamente con la nobleza germánica dirigente.
En las ciudades sometidas por la Antigua Roma se establecía un Consejo de Cien Ancianos (Centumviri), cada uno de los cuales era el cabeza de diez casas (diez casas = una gens), de donde surge la denominación.

dimecres, 29 d’abril del 2015

Julio Cesar

                                   JULIO CESAR: EL EMPERADOR



Cayo Julio César (latín: Gaius Iulius Caesar) (Roma, Italia, 12/13 de julio de 100 a. C. - ibídem, 15 de marzo de 44 a. C.) fue un líder militar y político de la era tardorrepublicana.
Nacido en el seno de la gens Julia, en una familia patricia de escasa fortuna, estuvo emparentado con algunos de los hombres más influyentes de su época, como su tío Cayo Mario, quien influiría de manera determinante en su carrera política. En 84 a. C., a los 16 años, el popular Cinna lo nombró flamen dialis, cargo religioso del que fue relevado por Sila, con quien tuvo conflictos a causa de su matrimonio con la hija de Cinna. Tras escapar de morir a manos de los sicarios del dictador, fue perdonado gracias a la intercesión de los parientes de su madre.Trasladado a Asia, combatió en Mitilene como legatus de Marco Minucio Termo. Volvió a Roma a la muerte de Sila en 78 a. C., ejerciendo por un tiempo la abogacía. En 73 a. C. sucedió a su tío Gayo Aurelio Cota como pontífice, y pronto entró en relación con los cónsules Pompeyo y Craso, cuya amistad le permitiría lanzar su propia carrera política. En 70 a. C. César sirvió como cuestor en la provincia de Hispania y como edil curul en Roma. Durante el desempeño de esa magistratura ofreció unos espectáculos que fueron recordados durante mucho tiempo por el pueblo.
En 63 a. C. fue elegido praetor urbanus  al obtener más votos que el resto de candidatos a la pretura. Ese mismo año murió Quinto Cecilio Metelo Pío, Pontifex Maximus designado durante la dictadura de Sila, y, en las elecciones celebradas para sustituirle, venció César. Al término de su pretura sirvió como propretor en Hispania, donde capitaneó una breve campaña contra los lusitanos. En 59 a. C. fue elegido cónsul gracias al apoyo de sus dos aliados políticos, Pompeyo y Craso, los hombres con los que César formó el llamado Primer Triunvirato. Su colega durante el consulado, Bíbulo, se retiró a fin de entorpecer la labor de César que, sin embargo, logró sacar adelante una serie de medidas legales, entre las que destaca una ley agraria que regulaba el reparto de tierras entre los soldados veteranos.
Tras su consulado fue designado procónsul de las provincias de Galia Transalpina, Iliria y Galia Cisalpina, esta última tras la muerte de su gobernador, Céler. Su gobierno se caracterizó por una política muy agresiva con la que sometió a prácticamente la totalidad de los pueblos celtas en varias campañas. Este conflicto, conocido como la Guerra de las Galias, finalizó cuando el general republicano venció en la Batalla de Alesia a los últimos focos de oposición, encabezados por un jefe arverno llamado Vercingétorix. Sus conquistas extendieron el dominio romano sobre los territorios que hoy integran Francia, Bélgica, Holanda y parte de Alemania. Fue el primer general romano en penetrar en los inexplorados territorios de Britania y Germania.
Mientras César terminaba de organizar la estructura administrativa de la nueva provincia que había anexionado a la República, sus enemigos políticos trataban en Roma de despojarle de su ejército y cargo utilizando el Senado, en el que eran mayoría. César, a sabiendas de que si entraba en la capital sería juzgado y exiliado, intentó presentarse al consulado in absentia, a lo que la mayoría de los senadores se negaron. Este y otros factores le impulsaron a desafiar las órdenes senatoriales y protagonizar el famoso cruce del Rubicón, donde al parecer pronunció la inmortal frase «Alea iacta est» (la suerte está echada), iniciando así un conflicto conocido como la Segunda Guerra Civil de la República de Roma, en el que se enfrentó a los optimates, que estaban liderados por su viejo aliado, Pompeyo. Sus victorias en las batallas de Farsalia, Tapso y Munda sobre los conservadores, le hicieron el amo de la República. El hecho de que estuviera en guerra con la mitad del mundo romano no evitó que se enfrentara a Farnaces II en Zela y a los enemigos de Cleopatra VII en Alejandría. A su regreso a Roma se hizo nombrar cónsul y dictator perpetuus —dictador vitalicio—, e inició una serie de reformas económicas, urbanísticas y administrativas.
A pesar de que bajo su gobierno la República experimentó un breve periodo de gran prosperidad, algunos senadores vieron a César como un tirano que ambicionaba restaurar la monarquía. Con el objetivo de eliminar la amenaza que suponía el dictador, un grupo de senadores formado por algunos de sus hombres de confianza como Bruto y Casio y antiguos lugartenientes como Trebonio y Décimo Bruto urdieron una conspiración con el fin de eliminarlo. Dicho complot culminó cuando, en los idus de marzo, los conspiradores asesinaron a César en el Senado. Su muerte provocó el estallido de otra guerra civil, en la que los partidarios del régimen de César, Antonio, Octavio y Lépido, derrotaron en la doble Batalla de Filipos a sus asesinos, liderados por Bruto y Casio. Al término del conflicto, Octavio, Antonio y Lépido formaron el Segundo Triunvirato y se repartieron los territorios de la República, aunque, una vez apartado Lépido, finalmente volverían a enfrentarse en Accio, donde Octavio, heredero de César, venció a Marco Antonio.
Al margen de su carrera política y militar, César destacó como orador y escritor. Redactó, al menos, un tratado de astronomía, otro acerca de la religión republicana romana y un estudio sobre el latín, ninguno de los cuales ha sobrevivido hasta nuestros días. Las únicas obras que se conservan son sus Comentarios de la Guerra de las Galias y sus Comentarios de la Guerra Civil. Se conoce el desarrollo de su carrera como militar y gran parte de su vida a través de sus propias obras y de los escritos de autores como Suetonio, Plutarco, Veleyo Patérculo o Eutropio.

El Imperio Romano

                                             EL IMPERIO ROMANO




Fue una etapa de la civilización romana en la Antigüedad clásica, posterior a la República romana y caracterizada por una forma de gobierno autocrática. El nacimiento del Imperio viene precedido por la expansión de su capital, Roma, que extendió su control en torno al mar Mediterráneo. Bajo la etapa imperial los dominios de Roma siguieron aumentando hasta llegar a su máxima extensión durante el reinado de Trajano, momento en que abarcaba desde el océano Atlántico al oeste hasta las orillas del mar Caspio, el mar Rojo y el golfo Pérsico al este, y desde el desierto del Sahara al sur hasta las tierras boscosas a orillas de los ríos Rin y Danubio y la frontera con Caledonia al norte. Su superficie máxima estimada sería de unos 6,5 millones de km².
El término es la traducción de la expresión latina, que significa literalmente «El dominio de los romanos». Polibio fue uno de los primeros hombres en documentar la expansión de Roma aún como República. Durante los casi tres siglos anteriores al gobierno del primer emperador, César Augusto, Roma había adquirido mediante numerosos conflictos bélicos grandes extensiones de territorio que fueron divididos en provincias gobernadas directamente por propretores y procónsules, elegidos anualmente por sorteo entre los senadores que habían sido pretores o cónsules el año anterior.
Durante la etapa republicana de Roma su principal competidora fue la ciudad púnica de Cartago, cuya expansión por la cuenca sur y oeste del Mediterráneo occidental rivalizaba con la de Roma y que tras las tres guerras púnicas se convirtió en la primera gran víctima de la República. Las guerras púnicas llevaron a Roma a salir de sus fronteras naturales en la península itálica y a adquirir poco a poco nuevos dominios que debía administrar, como Sicilia, Cerdeña, Córcega, Hispania, Iliria, etc.
Los dominios de Roma se hicieron tan extensos que pronto fueron difícilmente gobernables por un Senado incapaz de moverse de la capital ni de tomar decisiones con rapidez. Asimismo, un ejército creciente reveló la importancia que tenía poseer la autoridad sobre las tropas para obtener réditos políticos. Así fue como surgieron personajes ambiciosos cuyo objetivo principal era el poder. Este fue el caso de Julio César, quien no solo amplió los dominios de Roma conquistando la Galia, sino que desafió la autoridad del Senado romano.
El Imperio romano como sistema político surgió tras las guerras civiles que siguieron a la muerte de Julio César, en los momentos finales de la República romana. Tras la guerra civil que lo enfrentó a Pompeyo y al Senado, César se había erigido en mandatario absoluto de Roma y se había hecho nombrar Dictator perpetuus (dictador vitalicio). Tal osadía no agradó a los miembros más conservadores del Senado romano, que conspiraron contra él y lo asesinaron durante los Idus de marzo dentro del propio Senado, lo que suponía el restablecimiento de la República, cuyo retorno, sin embargo, sería efímero. El precedente no pasó desapercibido para el joven hijo adoptivo de César, Octavio, quien se convirtió años más tarde en el primer emperador de Roma, tras derrotar en el campo de batalla, primero a los asesinos de César, y más tarde a su antiguo aliado, Marco Antonio, unido a la reina Cleopatra VII de Egipto en una ambiciosa alianza para conquistar Roma.
A su regreso triunfal de Egipto, convertido desde ese momento en provincia romana, la implantación del sistema político imperial sobre los dominios de Roma deviene imparable, aún manteniendo las formas republicanas. Augusto aseguró el poder imperial con importantes reformas y una unidad política y cultura centrada en los países mediterráneos, que mantendrían su vigencia hasta la llegada de Diocleciano, quien trató de salvar un Imperio que caía hacia el abismo. Fue éste último quien, por primera vez, dividió el vasto Imperio para facilitar su gestión. El Imperio se volvió a unir y a separar en diversas ocasiones siguiendo el ritmo de guerras civiles, usurpadores y repartos entre herederos al trono hasta que, a la muerte de Teodosio I el Grande en el año 395, quedó definitivamente dividido.
Finalmente en 476 el hérulo Odoacro depuso al último emperador de Occidente, Rómulo Augústulo. El Senado envió las insignias imperiales a Constantinopla, la capital de Oriente, formalizándose así la capitulación del Imperio de Occidente. El Imperio oriental proseguiría casi un milenio en pie, hasta que en 1453 Constantinopla cayó bajo el poder otomano.
El legado de Roma fue inmenso; tanto es así que varios fueron los intentos de restauración del Imperio, al menos en su denominación. Destaca el intento de Justiniano I, por medio de sus generales Narsés y Belisario, el de Carlomagno así como el del propio Sacro Imperio Romano Germánico, pero ninguno llegó jamás a reunificar todos los territorios del Mediterráneo como una vez lograra la Roma de tiempos clásicos.
Con el colapso del Imperio romano de Occidente finaliza oficialmente la Edad Antigua dando inicio la Edad Media.